Los residuos orgánicos están cambiando la economía del agro
Durante décadas, hablar de estiércol, purines o vinazas era sinónimo de problemas. Los productores agropecuarios debían lidiar con olores, napas contaminadas, costos de transporte y crecientes exigencias regulatorias. En muchos casos, los residuos orgánicos se veían como un pasivo inevitable: algo que había que “sacar de encima” para poder seguir produciendo.
Pero en los últimos años, esa mirada comenzó a cambiar. Lo que antes era un desecho hoy se reconoce como un recurso estratégico. Y en el centro de esta transformación se encuentra Gastón Borgiani, titular de Industrias Montecor, una empresa argentina que decidió desafiar la lógica tradicional. Y demostrar que los residuos pueden ser la clave de la competitividad futura.
La gestión de residuos orgánicos siempre fue un tema incómodo en el agro. Sin embargo, la combinación de nuevas tecnologías, regulaciones ambientales más estrictas y mercados internacionales cada vez más exigentes abrió un horizonte distinto. Hoy, los residuos orgánicos pueden transformarse en biogás, que sustituye combustibles fósiles y reduce la huella de carbono. También en biofertilizantes líquidos y sólidos, que reemplazan insumos minerales importados, y en compost de alta calidad, que mejora la estructura y fertilidad de los suelos. Además pueden resultar en energía eléctrica y térmica, que aporta autonomía a los establecimientos.
Este cambio no es solo ambiental: es económico y estratégico. Lo que antes era un costo ahora se convierte en un recurso que genera ahorros, ingresos y reputación. En el caso de las granjas porcinas, los purines, tradicionalmente un problema de olores y contaminación. Hoy se canalizan hacia biodigestores que producen biogás y fertilizantes líquidos. Otro ejemplo son los feedlots bovinos, donde la separación sólido-líquido permite obtener compost de alta calidad. Y al mismo tiempo reducir la carga contaminante de los efluentes. Del mismo modos, en las agroindustrias, los orujos de la vitivinicultura, las vinazas de la caña de azúcar o los descartes de la industria frutihortícola se transforman en energía limpia y bioinsumos.
Cada uno de estos ejemplos demuestra que la economía circular no es un concepto abstracto. Sino una práctica concreta que ya está generando resultados medibles en el campo argentino. Montecor trabaja en el desarrollo de equipos y procesos que permiten a los productores dar este salto cualitativo. Desde sistemas de separación sólido-líquido hasta biodigestores inteligentes con sensores IoT, la empresa apuesta a una integración tecnológica que simplifique la gestión y maximice los beneficios.
“Queremos que cada productor vea en sus residuos una oportunidad. La tecnología está disponible. Y lo que falta es dar el paso cultural hacia la valorización de lo que antes se desechaba”, sostuvo Borgiani. Argentina cuenta con una ventaja competitiva única: la abundancia de biomasa residual en todas sus regiones productivas. Desde la Pampa Húmeda hasta el NOA y el NEA, pasando por Cuyo y la Patagonia. Existen corrientes de residuos que pueden convertirse en energía y fertilidad. Además, el contexto internacional impulsa esta transición. La Unión Europea y otros mercados ya exigen certificaciones ambientales y reducciones de huella de carbono para acceder a beneficios comerciales. En este escenario, la bioeconomía circular no es solo una opción, sino una condición para competir.
Más allá de los beneficios económicos y ambientales, la transformación de residuos en recursos tiene un impacto directo en la vida de las comunidades rurales. Menos olores y contaminación de napas y cursos de agua, más empleo local y energía limpia son factores que fortalecen el vínculo entre productores y sociedad. La historia de Montecor no es solo la de una empresa, sino la de un cambio cultural que atraviesa al agro argentino. Su visión combina innovación tecnológica, compromiso ambiental y cercanía con el productor. Los testimonios ofrecen un relato vivo y actual. Cómo un problema histórico del agro se está convirtiendo en una oportunidad de negocio y en una ventaja competitiva para el país.

