El nuevo (des)orden mundial comanda la estrategia

El nuevo (des)orden mundial comanda la estrategia

Mientras se establece el nuevo orden global, domina la incertidumbre que alcanza registros récords históricos. El dólar sigue siendo la principal moneda de reserva y unidad de cuenta a nivel global. Sin embargo, existen fuerzas estructurales y cíclicas que presuponen un dólar más débil hacia adelante. Este nuevo contexto obliga a revisar el peso del dólar en las carteras. Encontrando así oportunidades de valor en la renta fija emergente en moneda local y en la renta variable global.

El panorama global sigue cargado de muchísima incertidumbre. A pesar de la tregua de 90 días que anunció el presidente de EEUU, Donald Trump, para la aplicación de nuevos aranceles y la paz temporal con China. A esto se suman las tensiones persistentes en Europa y Oriente Medio, que impactan inexorablemente en todo el espectro de activos a nivel global.

La pausa en las medidas proteccionistas de EEUU trajo cierto alivio a los mercados, que lograron recuperar parte del terreno perdido. Sin embargo, aún persisten importantes interrogantes sobre su impacto en la economía mundial.

Diferentes vientos de frente que enfrenta la economía estadounidense contribuyen a un menor ritmo de crecimiento. Y además una inflación que, al menos de corto plazo, será más elevada. La aplicación de aranceles a las importaciones, así como la incertidumbre sobre su duración y las eventuales represalias de otros países, debilitan el desempeño económico. A esto se suma la caída en la confianza de consumidores y empresarios. Así como el efecto negativo sobre la riqueza que generó la corrección en los precios de los activos financieros, y el endurecimiento de la política migratoria.

El comercio internacional se concreta, en última instancia, entre empresas. Un residente estadounidense y su contraparte en el resto del mundo. Las nuevas relaciones comerciales que plantea Trump son procesos complejos que requieren negociaciones prolongadas. Pueden demorar hasta un año y medio en concretarse, y más de tres años en implementarse plenamente.

En ese contexto, la volatilidad en la política comercial genera un entorno de alta incertidumbre que entorpece estas relaciones entre firmas. Afectando así negativamente a la economía de EEUU.

Al analizar la balanza de pagos, se observa que EEUU registró un déficit de cuenta corriente promedio cercano al 3,4% del PBI durante los últimos 25 años. Es la contrapartida del superávit en su cuenta de capital. Esta dinámica responde en parte al rol del dólar como principal moneda de reserva, unidad de cuenta y medio de intercambio en el comercio global. No por casualidad, el dólar ponderado en términos reales por comercio se encuentra actualmente en niveles históricamente elevados.

Sin embargo, esta dinámica también está condicionada por un persistente desequilibrio fiscal. En el mismo período, Estados Unidos registró un déficit fiscal promedio en torno al 6,1% del PBI. En contraste al ahorro del sector privado que se ubicó en torno al 2,7%, en promedio. Así, el desbalance fiscal aparece como el nudo del problema. La dinámica fiscal continúa siendo de fondo la principal preocupación del mercado, con cerca de US$ 9 billones de deuda soberana de EEUU que vence en 2025. Y un déficit estimado del orden de 6,5% del PBI.

Este nuevo orden global obliga a replantear la estrategia. En esta etapa, la prioridad es diversificar progresivamente la exposición del portafolio fuera del dólar. Incorporando activos en otras monedas. Este proceso debe hacerse sin perder de vista que el dólar continúa siendo la principal unidad de cuenta, el benchmark global. por lo que el objetivo sigue siendo lograr mejores retornos expresados en esa moneda.

En este marco, una de las recomendaciones clave para diversificar los portafolios es migrar parcialmente la exposición en deuda emergente en dólares hacia instrumentos en moneda local. Así se mantiene la exposición total a esta clase de activos, pero con una composición más equilibrada, aumentando el peso relativo de las monedas emergentes.

También diversificar la exposición en renta variable reemplazando gradualmente las posiciones en Estados Unidos por vehículos de inversión que sigan al índice global de MSCI (ACWI). Esta estrategia permite mantener exposición a Estados Unidos, dado representa más de 2/3 del índice. Pero con una representación más equilibrada del resto del mundo.

Al mismo tiempo, conservar la exposición específica al segmento de US Large Cap Growth, donde identificamos valor de largo plazo. Por lo tanto, la distribución estratégica en renta variable debería ser un 80% en acciones globales (incluyendo Estados Unidos vía ACWI) y un 20% en US Large Cap Growth.

Por Nicolás Max, director de Gestión de Activos de Criteria.

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