Cambio de clima: ¿rebote táctico o nuevo régimen?
El resultado electoral del 26-O reconfiguró el mapa de expectativas: los activos argentinos recuperaron terreno de manera generalizada. Con foco en los segmentos más castigados de los últimos meses y el tipo de cambio retrocedió. El respaldo explícito del Tesoro de EEUU sumado al triunfo electoral del oficialismo aportó el componente que faltaba para anclar expectativas y generar el cambio de clima.
El mercado no sólo validó el resultado: lo interpretó como una ratificación del rumbo económico. Y como una señal de que la reelección de Milei vuelve a ser un escenario plausible. Esta narrativa, contribuye a consolidar un rebote de activos que, según algunos analistas, podría dar paso a un «serrucho ascendente». Es decir, una tendencia al alza aunque no exenta de episodios de volatilidad.
La gran incógnita ahora es si estamos ante un rebote táctico o el inicio de un nuevo régimen. El consenso parece inclinarse por una visión constructiva. Aunque condicional: la sostenibilidad de este rally dependerá de que el Gobierno confirme señales de disciplina fiscal, coordinación monetaria y avance legislativo. Si eso ocurre, deberíamos ver una convergencia del riesgo país a niveles razonables cercanos a 450 puntos básicos en los próximos trimestres.
El resultado electoral del 26 de octubre abre una ventana táctica para recomponer reservas y consolidar la estabilidad cambiaria. Convalidado el apoyo político y el respaldo externo, el BCRA podría aprovechar la combinación de estacionalidad favorable, menor demanda de cobertura y mayor oferta de divisas para fortalecer su posición de activos. En ese sentido, el tipo de cambio oficial testea un nuevo piso y muestra señales de estabilización, mientras que la brecha con los dólares financieros volvió a acotarse.
En este contexto, la política monetaria restrictiva que instrumentó el BCRA, a través de suba de tasas y de encajes, podría empezar a desarmarse gradualmente. Si no hay nuevas tensiones cambiarias, es esperable que parte de esa liquidez se redirija hacia el crédito y no hacia el dólar. Esto podría traducirse en una baja de las coberturas cambiarias y una progresiva desdolarización de carteras.
A nivel político, el recambio del Congreso recién tendrá lugar el 10 de diciembre, por lo que hasta entonces el margen de maniobra se limitará a negociaciones entre bloques. Aun así, la tendencia bajista del dólar tras el 26-O podría sostenerse hasta fin de año por tres factores clave. La demanda estacional de pesos y baja de la actividad típica del último trimestre. También el desarme de coberturas que ya comenzó a observarse con el cambio de clima. Y además un aumento en la oferta de divisas, tanto por la liquidación de la cosecha fina como por el ingreso de dólares asociados a proyectos del RIGI, estimados en más de US$ 35.000 millones a mediano plazo.
En este escenario, la banda cambiaria continúa funcionando como ancla. Pero el eventual respaldo financiero de EEUU abre la puerta a desarmar ese esquema desde una posición de fortaleza y transicionar hacia un régimen cambiario más flexible. Que favorezca la acumulación de reservas y reduzca el riesgo país.
Si se sostienen los pilares fiscales, cambiarios y políticos, el BCRA podría comenzar a desmontar parte de sus herramientas de emergencia. Sin comprometer la estabilidad y habilitando una nueva fase de reactivación financiera. Y permitiendo canalizar los flujos que hoy operan de manera táctica hacia estrategias estructurales.
Por Emilio Botto, jefe de estrategia de Mills Capital Group

