Acuerdo Mar-a-Lago: más allá de los aranceles

Acuerdo Mar-a-Lago: más allá de los aranceles

El Acuerdo de Mar-a-Lago es un marco conceptual para reconfigurar el sistema económico y monetario internacional. Favoreciendo los intereses estratégicos de EEUU a través de políticas unilaterales, arancelarias y financieras. Así concluyó un análisis de Criteria sobre las decisiones del presidente de EEUU, Donald Trump.

El Acuerdo incluye medidas como aranceles diferenciados por país para proteger la industria local y negociar ventajas geopolíticas. También la creación de un fondo soberano con valorización del oro exposición al bitcoin. Y además la reestructuración de la deuda estadounidense con los aliados de la OTAN mediante bonos de muy largo plazo y rendimiento cero.

“El corazón de la estrategia es provocar una depreciación del dólar para recuperar  competitividad manufacturera. Reducir el déficit comercial y fiscal, y atraer inversiones hacia sectores transables. Esto recuerda al Plaza Accord de 1985, pero con un enfoque más agresivo y menos multilateral”, afirmaron desde Criteria.

“Creemos que la implementación completa del acuerdo podría fragmentar el comercio internacional y fomentar guerras comerciales. Así como reconfigurar los flujos financieros hacia activos alternativos. También presionar al alza la inflación en EEUU y debilitar la confianza global en el dólar como moneda de reserva. Desestabilizando así el sistema financiero internacional”.

El marco conceptual llamado Acuerdo de Mar-a-Lago puede entenderse como un intento por rediseñar el régimen monetario internacional. Desde una perspectiva unilateral, con el objetivo central de reposicionar estratégicamente a la economía estadounidense en la matriz productiva industrial global.

Aunque se trata de un marco conceptual, su lógica remite a una intervención coordinada (o forzada). Para inducir una depreciación estructural del dólar, con implicancias profundas sobre los equilibrios macroeconómicos globales y las distintas clases de activos.

La lógica subyacente es que una moneda más débil actúe como instrumento de política industrial. A fin de reactivar la competitividad de la base manufacturera estadounidense.

En un contexto de rivalidad geoeconómica con China y de desindustrialización relativa, un dólar más barato permitiría: aumentar las exportaciones netas vía mejora en precios relativos. Además de atraer inversión en sectores transables, sustituir importaciones en rubros estratégicos como tecnología o insumos críticos.

“Una depreciación significativa del dólar generaría reversiones de flujos financieros, alterando la arquitectura del sistema financiero global. Posible fuga hacia activos alternativos. Si el dólar pierde valor, los inversores institucionales globales podrían rotar hacia activos refugio como el oro, activos inmobiliarios o incluso el euro como reserva parcial. Aumento en la percepción de riesgo de los bonos del Tesoro Americano y mayores desequilibrios en el sistema monetario global. Muchos países con deuda denominada en dólares enfrentarían presiones por efecto «pass-through», especialmente mercados emergentes. Todo esto aumenta la volatilidad cambiaria y el riesgo soberano”.

Desde una perspectiva de equilibrio general, el sistema podría generar efectos secundarios relevantes: tensiones proteccionistas. La depreciación forzada puede percibirse por socios comerciales como una forma de competencia desleal. Provocando entonces represalias arancelarias o de política monetaria que podrían desencadenar una espiral de guerras comerciales.

También habría desalineamientos de tipo de cambio real. Si el dólar se deprecia y otros países no ajustan sus monedas, se podría generar un desbalance en términos de competitividad. Lo que puede forzar intervenciones defensivas en otras economías. Así como reconfiguración de cadenas globales de valor. Las decisiones de inversión y localización productiva podrían alterarse significativamente, con relocalización de plantas manufactureras, cambios en logística global y redistribución del empleo industrial.

“En definitiva, entendemos que Acuerdo de Mar-a-Lago no es meramente un programa de devaluación competitiva. Sino un intento por reposicionar a EEUU dentro del orden económico global. Forzando un realineamiento del tipo de cambio como vector de cambio estructural”.

“No obstante, la aplicación de este marco podría comprometer severamente la estabilidad del sistema monetario internacional. Debilitando la credibilidad de EEUU como emisor de la moneda de reserva global y provocando reacciones defensivas que podrían resultar más costosas que los beneficios buscados”.

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